En Decoesfera nos encantan los espacios con alma, los espacios cuidados en los que te sientas cómodamente a tomar un café y una tarta, y se está tan a gusto que no te apetecería salir de allí. Espacios como Doña Hipólita, un café que abrió sus puertas hace unos meses en Zaragoza en el local que ocupó durante décadas una vieja tienda de paños en el Casco Antiguo de la capital aragonesa.
De hecho, si sois de Zaragoza, o si habéis visitado alguno de los monumentos de la Plaza de San Felipe, seguro que os suena Paños Sesma. Una antigua tienda de paños que llamaba la atención con sus cristaleras y sus bonitas lámparas exteriores. Ahora por suerte, tras muchos años cerrado, este espacio ha vuelto a tener vida tras una reforma que ha sabido conservar el espíritu del local gracias a la restauración de parte de su arquitectura, y a la cuidadosa selección de objetos y muebles vintage que convierten a Doña Hipólita en una especie de museo.
De entrada, hay que saber que Doña Hipolita abre sus puertas en los bajos de un edificio que data del año 1822, una fecha en la que ya se abrió allí una tienda de paños, actividad que se mantuvo allí durante generaciones y generaciones, hasta el cierre que llevó al local a permanecer varios años abandonado. Un abandono que acaba de terminar tras la reforma que se ha producido de la mano de Isidro, el propietario del nuevo café.
Cuando entró al local, Isidro se propuso recuperar la identidad del local en origen quitando capas de las sucesivas reformas, para tratar de recuperar su esencia. En la foto podéis ver el estado en que se encontraba el loca, con falsos techos, moqueta verde en el suelo, pilares en teoría de obra...
Poco a poco, fue quitando los elementos que le sobraban. Así, derribando el falso techo aparecieron las bóvedas que podemos ver ahora. Al levantar el suelo, surgió ese maravilloso suelo de madera original con 180 años de historia a sus espaldas y que fue lijado a mano con cepillo de puás para no destrozarlo.
Bajo el revestimiento de las columnas, aparecieron las columnas de forja originales (incomprensiblemente, hay que ver que pasión había en Zaragoza por hacer desaparecer las columnas de forja de la vista). En el proceso, además de recuperar elementos que no estaban a la vista como los ya descritos, también se apostó de forma decidida por recuperar todos los elementos originales que se pudieran aprovechar, readaptándolos a la nueva situación.
Por ejemplo, nada más entrar, llaman la atención los armarios que presiden el local; unos armarios que ya estaban en la tienda y que han sido adaptados para meter en su interior, por ejemplo, las cafeteras. Las lámparas vintage que había en el local, y que podían verse por ejemplo en los pilares de la imagen del estado original del local, fueron reparadas y recolocadas en las paredes.
También se apostó por mantener otros elementos originales como las cristaleras. Un decisión que sin duda ha sido todo un acierto, ya que además de ser bonitas y de permitir el paso de luz al interior, también nos deja ver, mientras tomas un café junto a una deliciosa tarta de La Tartería, la plaza y monumentos como el renacentista Palacio de Argillo, o la barroca iglesia de San Felipe. También se conservó la antigua caja fuerte de la tienda de paños, una auténtica joya fabricada en el año 1947 por Arcas Ollé y que ahora luce a la vista de todos.
Para completar el ambiente, se decidió amueblar el local con muebles y objetos acorde con la estética del café. Entre ellos, por ejemplo, destacan unas butacas del antiguo Cine Mola de Zaragoza que incluso llevan todavía la chapa de la fila 6.
O un precioso mostrador de más de cien años procedente de los antiguos almacenes El Ciclón, o las lámparas de los años 60 que hay sobre este mostrador, además de un popourrí de mesas y sillas de distinta procedencia, con ejemplos como un bonito velador recuperado de los años 20, o muebles diseñados por ellos mismos, como una mesa baja fabricada con una vieja puerta, o una mesa alta que ha sido fabricada reutilizando una antigua mesa de trabajo de la Fundación Averly.
Com veis, un café lleno de encanto y de objetos con mucha historia en el que incluso los antiguos muestrarios de tela se han aprovechado para diseñar las cartas que ofrecen a sus clientes. ¿Te animas a descubrir en vivo todo lo que te hemos mostrado?
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