Siempre me han maravillado esos espectaculares jardines ingleses con sus rocallas, sus setos, pequeños caminos y donde los macizos de flores lucen por igual ya sea otoño, invierno, verano o primavera. Y es que además de destrozar jarrones, siempre he sido una nulidad en el tema del paisajismo.
Un jardín es la carta de presentación de una casa y sus dueños. Vemos maravillosos jardines que apenas tienen una flor y sin embargo aprovechan los arbustos, fuentes o estanques en rincones con encanto, rosaledas de película o un paseo de frutales. Esos maravillosos lugares llevan detrás la mano de un paisajista.
Cuando era pequeña cada uno de los hijos tenía un trocito de jardín que "era suyo". El mío era una monada porque estaba acotado por la clásica tapia de piedra del Guadarrama, que incluso hacía un banquito. Mi madre me dijo que podía plantar un cerezo, un almendro o un limonero y cuando creciera me podría sentar a leer bajo su sombra con unos almohadones.
Por algún motivo que no tengo claro, los jardines de mis hermanos florecían y donde habían enterrado bulbos, salían flores, sus arbolitos crecían de año en año e incluso uno de ellos, más práctico cambió las flores por tomates y judías, que crecían y daban frutos, independientemente de las nevadas, los huracanes y las luvias serranas.
Sin embargo en mi jardín las plantas no arraigaban y busqué ayuda de un profesional, ya harta de las burlas de mi familia. El jardinero que se encargaba de regar y podar cuando no estábamos vino en mi ayuda y me explicó por qué en mi jardín no crecía nada. Él no lo sabía, pero era un paisajista.
Pero ¿qué es un paisajista? ¿Qué hace exactamente? Un paisajista modifica las características visibles, físicas y anímicas de un espacio. Aprovecha los elementos naturales como las elevaciones de terreno, las formaciones rocosas o los cauces de agua, además de la jardinería y proyecta estructuras con el fin de embellecer el paisaje.
Además estudia el terreno para ver qué se puede o no plantar, para cultivar actuando como potenciador de la actividad de la naturaleza. Esto es, un paisajista nunca proyectaría un jardín inglés en el desierto. Se trata de organizar las especies autóctonas y dejar que la naturaleza siga su curso pero dando forma al paisaje.
También es muy importante en la labor de la arquitectura de paisajes la identidad cultural. La cultura milenaria de un determinado espacio condiciona la actividad del paisajista casi tanto como las condiciones del terreno o la meteorología del lugar.
Así que si estáis proyectando un jardín, lo mejor es consultar con profesionales. Porque ahorraréis dinero y esfuerzos si desde el principio sabéis qué se va a dar bien: qué plantas nunca van a sobrevivir y cuales van a convertir vuestro jardín en un paraíso.
Por cierto, en mi jardín no crecía nada porque todo era roca bajo la fina capa de tierra. Las plantas no encontraban donde arraigar, así que finalmente llené el jardín de macetas con especies que se dan bien en jardineras y aunque más que un jardín parecía un patio, adquirió un estilo muy personal y se convirtió en uno de los sitios favoritos de la familia para la sobremesa.
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