Si damos importancia en nuestras casas a lo que se ve, tenemos que tener en cuenta que lo que no se ve tiene también mucha influencia en el bienestar del hogar. Una casa perfectamente decorada y ordenada que huela mal no resulta agradable, y no siempre es fácil procurar un buen ambiente en todo momento. Son muchos los ambientadores que encontramos en el mercado, con mejor o peor fortuna intentan aportar un mejor olor a las estancias e incluso no solo tapar el malo, sino eliminarlo.
Uno de los inventos que más me han llamado la atención en este sentido es Lampe Berger, un objeto inventado hace ya más de cien años por Maurice Berger para sanear las habitaciones de los hospitales y que ha evolucionado hasta convertirse en un producto exclusivo, además de muy decorativo. Salió de los hospitales para purificar también los hogares y en 1930 pasó a ser una pieza de colección. La Lampe Berger se reinventa en porcelana y otros materiales adoptando un aspecto moderno adaptado a los gustos y necesidades de hoy en día, sin olvidar su principal función.
Uno de los inconvenientes que tienen los ambientadores y purificadores de aire es que es difícil integrarlos en la decoración. Normalmente, aunque se busquen diseños que se puedan integrar no dejan de ser artilugios de plástico que nada tiene que ver con nuestros gustos. Una de las cosas que más me ha gustado de Lampe Berger a simple vista, es la cantidad de diseños con que cuenta y que todos ellos son perfectamente integrables en cualquier espacio. Tiene muchas fragancias a escoger además de las más funcionales, con efecto antibacteriano o antimosquitos.
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