La pregunta está en el aire estos días: ¿con quién vas a pasar las fiestas? Hasta a los famosos les persiguen alcachofa en mano para conocer este extremo. Tras esta cuestión, viene el inevitable somos 18, somos 34, o somos un montón. Es la historia de todos los años, tenemos una pequeña mesa de comedor en la que nos cabe justo el pavo y hay que sentar a nuestros queridos amigos y parientes, que además de adorarnos, parece que no tienen casa.
Por algún motivo en Navidades nos aferramos a la máxima de ande o no ande la burra grande, e invitamos a todo quisqui a cenar, que somos así de enrollados, y si en la mesa hay menos de seis personas no nos damos por satisfechos. Luego vienen las lamentaciones en privado: ¿y dónde vamos a sentar a tus cuñados? ¿Que tal si hacemos un bufé y comemos de pie? Porque solo tenemos esa mesa birriosa, con una ala extensible que no aguanta el peso de una bandeja de turrón.
Que no sea por eso, poniendo algo de empeño e ingenio podemos acomodar a la mesa a nuestros invitados, echando mano de tableros y patas económicos fáciles de esconder, y aprovechando en la medida de lo posible las mesas fijas con las que ya contamos.
Si contamos con una mesa extensible firme y robusta, que amplíe su capacidad significativamente, tendremos gran parte del problema resuelto. Pero si eso no resuelve nuestros problemas fiesteros, todavía podemos echar mano de algunos recursos. Trasladar la mesa de la cocina al salón es un clásico de estas fiestas. Pero puede suceder que las medidas de ambas no coincidan y queden escalones y zonas vacías que no hagan cómoda la velada, aún así, es una de las opciones más utilizadas.
Una solución puede ser alquilar las mesas y sillas necesarias. Es un gasto que se puede incluir en el presupuesto navideño, y que según sea la envergadura de la cena nos puede compensar con creces. Es una solución indicada para casas en las que no hay un trastero o espacio suficiente para almacenar tableros el resto del año, o en las que se necesite una gran cantidad de mesas de manera eventual.
También podemos comprar tableros y montar una o varias mesas plegables. Un simple tablero de aglomerado de no menos de dos centímetros de grosor (pesa menos que el DM) apoyado en unos caballetes nos hará buen servicio. Esta es la solución más económica, tan solo hay que ajustar unos listones de madera en los extremos para que los caballetes encajen perfectamente y la mesa no se mueva demasiado.
Si podemos invertir un poco más, seguro que nos compensará adquirir unos tableros especialmente diseñados para componer mesas. Las versiones más básicas no pasan de los 20 euros, y se les pueden acoplar patas de quita y pon, aseguradas por pletinas. También se les pueden poner patas plegables.
Uno de los problemas que podemos tener al juntar una o dos mesas, es que estas se muevan, se separen, y ocasionen algún accidente con la vajilla. Para evitarlo podemos unir las patas de las distintas mesas con bridas de plástico. De esta forma, estas quedan firmemente unidas formando un único cuerpo a todos los efectos. Compraremos las más largas que haya, pues tienen que cubrir un gran recorrido. Una vez acabada la velada no hay más que cortarlas con una tijera y listo.
El almacenaje de los tableros no debe de ser un problema si disponemos de un trastero, pero también se pueden guardar debajo de un sofá, siempre que sea una pieza que tenga la parte inferior cubierta. El tema del asiento se puede solucionar haciendo acopio de todas las sillas que hay en la casa, pero si esto no es suficiente, o no deseamos comprometer ciertos asientos en una comida, podemos adquirir un buen número de sillas plegables que recogidas no ocuparán mucho espacio.
Y ahora ya podemos salir a la calle y seguir invitando gente, que es Navidad, hombre.
Imágenes vía | Iguanacustom, Ikea, Morrisey en Flickr
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