Después de descansar unos días tras limpiar a fondo el salón, hoy venimos con el ánimo alto dispuestos a dejar nuestra cocina como los chorros del oro, y además de limpia, renovada y en orden. Esta es una de las tareas más trabajosas, pero que dan un resultado del que sentirse orgullosos y contentos.
No se trata solo de limpiar paredes armarios y suelos, que también, sino de soltar lastre en forma de productos caducados o que nunca se usan, redistribuir despensa y menaje, y revisar la lencería que se usa en la cocina.
Comenzaremos limpiando a fondo los armarios, primero por dentro y finalmente por fuera. Hay que vaciar todo el contenido, desmontar las baldas y limpiar minuciosamente el interior con agua y jabón, lejía u otro producto desinfectante. Por supuesto, limpiaremos también los estantes. Una vez secos los montaremos y procederemos a limpiar las puertas. Estas pueden presentar restos de grasas difíciles de sacar. Un chorro de amoniaco diluido en agua es un buen aliado, ya que elimina la grasa con gran facilidad.
Una vez limpios los armarios hay que volver a cargarlos, pero antes de hacerlo hay que realizar una buena criba de productos. Que levante la mano quien no haya encontrado en su despensa un bote de orégano caducado hace más de cuatro años... Es fácil que tengamos algunos envases todavía llenos, pero claramente pasados de tiempo. Probablemente sea porque los hemos comprado por impulso para luego olvidarlos en el fondo del armario.
Eliminaremos todos los productos que estén ya fuera de fecha, y seleccionaremos aquellos próximos a caducar y que sepamos que no vamos a usar, estos últimos quizá encuentren quien les de buen uso, podemos ofrecerlos a vecinos o familia, que podrán aprovecharlos.
Si guardamos productos alimenticios en tarros de cristal, limpiaremos estos no sin antes revisar el contenido, si se trata de un género que lleva demasiado tiempo sin usarse o presenta un aspecto dudoso, lo tiraremos.
Procederemos de la misma manera con los alimentos frescos, limpiando el frigorífico con agua tibia en la que se habrá disuelto un detergente suave, o un chorro de vinagre si nos decantamos por una limpieza más natural. Descongelaremos el congelador y revisaremos el contenido, eliminando los productos que lleven demasiado tiempo esperando a ser consumidos. El congelador es un auténtico relicario en el que encontraremos viejos productos olvidados.
Las cocinas generalmente están revestidas de azulejos. Revisaremos las juntas y si están en mal estado aplicaremos una lechada. Es necesario dar una buena limpieza a las baldosas, nuevamente vemos como el agua con amoníaco será una buena ayuda. La aplicaremos con una esponja y secaremos con un trapo absorbente para terminar de sacar brillo con un paño de microfibra bien seco.
Los desagües son un foco de suciedades, que cuando dan la cara producen atascos y malos olores. Es necesaria por tanto una tarea de mantenimiento regular; los sanearemos con un producto adecuado para aligerar el paso de las cañerías.
Los huecos en los que se alojan los electrodomésticos son un almacén de polvo que debe ser aseado de cuando en cuando. Retiraremos los aparatos para limpiar estos nichos, armados de aspirador, para dar más tarde un limpiador general. Secaremos bien antes de volver a colocar los electrodomésticos. Estos también necesitarán una limpieza, especialmente en el caso del frigorífico, cuya rejilla de ventilación aspiraremos a conciencia.
Los muebles de cocina dejan huecos en su parte inferior que se suelen tapar con zócalos. Estos deberán retirarse para poder limpiar el suelo por completo. Lo barreremos a conciencia y pasaremos una fregona un par de veces para asegurar una buena limpieza.
No olvidaremos limpiar a fondo las sillas y la mesa si los hubiera, y apretar los tornillos, ya que con el uso diario estos tienden a soltarse. Revisaremos los trapos de cocina retirando aquellos que estén demasiado viejos, que quizá puedan destinarse para labores de limpieza más burdas. Reemplazaremos estos por paños nuevos.
De la misma manera eliminaremos los manteles e individuales que presenten un mal estado, y los sustituiremos por otros nuevos. Estrenar lencería no llevará un gran gasto, pero llenará nuestra mesa de aires renovados. Reordenaremos el menaje y vajilla, retirando aquellas piezas que presenten desconchones o lineas quebradas.
Seguro que muchos nos aferramos con amor a nuestra vieja taza de desayuno, pero quizá esta necesite una jubilación forzosa y merecida. Sirvámosnos un buen café en una taza nueva, y disfrutemos de un desayuno relajado en un ambiente limpio y ordenado.
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