El arquitecto Chad Oppenheim, trabaja por el mundo, desde su Nueva York natal hasta Dubai, y necesitaba un lugar para descansar de tan estresante vida. Enamorado de las montañas de Aspen, donde iba a esquiar de niño, consiguió su sueño de construir una casa para su familia, con la consigna de reducir al máximo el impacto visual sobre el paisaje.
Decidió "camuflar" su casa de vacaciones. En lugar de competir con la belleza del paisaje, Oppenheim ha restaurado una vivienda con 300 años de antigüedad, granero de madera reciclada incluido y revestimiento de piedra local tallada y enormes ventanas panorámicas.
Una vivienda de cinco pisos, que en realidad está concebida como tres alturas, ya que los pisos son dúplex, lo que crea una sensación de intimidad, y algunas de las ventanas son tan altas como los muros, con vistas a las montañas, el arroyo, el jardín y algún que otro oso de los que abundan por la zona.
Incluso en el interior las puertas invisibles, los accesorios y drenajes, así como las puertas, que son sin marco, desaparecen en las paredes. Los manillares de las puertas son estrechas tiras de bronce, un modelo clásico americano llamado “knife-edge pulls,” algo así como " tirador filo de navaja", que desaparecen en las puertas.
Los interruptores de la luz son aún más minimalístas, diminutos puntitos verdes y rojos de luz que indican si están encendidos o apagados, y en el baño, los desagües son hendiduras estrechas en los fondos de los sumideros.
La renovación "minimalista", que costó 2 millones de dólares, se completó a principios de este año, unidos a los 3 millones que costó la antigua casa y el terreno colindante, parece que no es un precio excesivo para una vivienda de estas características en la exclusiva estación de esquí.
Aparte de que, echando un vistazo a la página web del estudio de arquitectura de Chad Oppenheim observamos que es uno de los más reputados arquitectos norteamericanos del momento, la mujer de Oppenheim es Ilona Mattli, heredera de la prestigiosa firma de cosméticos suiza La Prairie y dueña de su propia empresa de comida para bebés, lo que explica el buen gusto y la sencillez de la decoración minimalista pero cálida.
Los interiores de la vivienda son intencionadamente neutros y de una sencillez que raya lo espartano. La gama de colores es entorno a los grises, topo, negro y blanco: una vez más se busca la discreción y colores que no compitan con los brillantes colores del paisaje.
Durante el verano, los sofás en el salón lucen fundas de color topo, que son remplazadas por fundas blancas durante los nevados inviernos de Colorado.
¿Qué os parece esta casita camuflada en Aspen?¿Menos es más?
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