Nunca se me hubiera ocurrido que dentro de una iglesia se pudiera crear un hogar. Siempre imaginé las casas que los párrocos tenían en los templos, como lugares de paso, funcionales y sin concesiones a la decoración. En Australia parece que no es raro encontrar alguna iglesia reconvertida en vivienda: seguro que en países como España esto sería imposible de hacer, ya están protegidas por la ley de patrimonio histórico.
Pero volvamos a Australia y observemos esta insólita morada. La fachada no deja lugar a dudas sobre el origen de esta edificación. Aunque la entrada se ha condenado con una moderna puerta, la visión de conjunto nos trae a la mente, inevitablemente, cantos litúrgicos y olor a incienso.
Pero en el interior no encontramos rastro de imaginería, sino una casa moderna y vibrante con una disposición abierta, como si de un loft se tratara. El templo se ha dividido en varios apartamentos, aprovechando al altura de sus naves diáfanas para construir varios pisos. Son pocos los detalles arquitectónicos que se han salvado en el interior, apenas los arcos de las ventanas dejan traslucir ecos de salmos. Los techos se han cubierto de madera y las paredes se han revestido ocultando los muros originales.
El salón comparte espacio con la cocina, integrados ambos por una pared de color fucsia que los envuelve. El ambiente tiende al minimalismo, encontrando pocos pero contundentes elementos ornamentales. El color verde oliva del sofá aporta equilibrio sobre la pared de color, y el techo, cubierto de lamas de madera, hace más cálido el ambiente.
Esa calidez desaparece por completo cuando nos acercamos a la cocina, ambientada en tonos blancos y en la que la luz es la artista invitada. Un gran frente de armarios se funde en la pared. La ausencia de tiradores en las puertas y el revestimiento cristalino sobre la zona de cocción, lo confunde con el fondo creando un imaginario ventanal que amplía el espacio.
Enfrentada, encontramos una larga isla que integra los fregaderos y hornos, tras la cual se esconde una acertada barra de desayunos. La mesa de comedor, en madera, rompe con el ambiente aséptico, casi de laboratorio.
Al fondo, la escalera que da acceso al piso superior, se deja ver por un hueco del que nace una robusta repisa. Una inteligente forma de dar dimensión al espacio, proporcionando amplitud visual y añadiendo un elemento de atención.
El dormitorio descansa bajo el alto techo abuhardillado, que muestra parte de su estructura cubierto de madera. La habitación gana profundidad gracias a la combinación de materiales y colores, combinando la pared blanca y desnuda con el cálido techado y el enorme panel cabecero. En este, una acertada hornacina iluminada rompe su monotonía.
Al otro lado de la cama, encontramos una terraza a la que se accede por una curiosa puerta de cristal que se abre como si de un garaje se tratara. Abierta, duplica el espacio confundiendo interior y exterior. Totalmente cubierta de madera tropical en suelos y paredes, ofrece un gran espacio de esparcimiento al aire libre.
Los grandes ventanales en arco no han permitido compartimentar esta zona, que se ha convertido en una interminable biblioteca que aprovecha la luz que entra por las cristaleras.
Nunca dejaremos de sorprendernos. Para mí es un placer mostraros casas que se apartan de lo común, y he disfrutado mucho descubriendo esta curiosa conversión.
Pero... espero que nuestras iglesias sigan protegidas de la especulación inmobiliaria por los siglos de los siglos. Amén.
Imágenes vía | Desire to inspire En Decoesfera | Casas poco convencionales