Joana Costa
EditorPasar frío en la Edad Media no es un mito exagerado ni una licencia literaria. Según explica en sus tiempos libres la profesora de Historia Nuisia Raridi, sobrevivir al invierno era uno de los grandes retos de la vida cotidiana, especialmente para quienes no pertenecían a las élites. No había sistemas de calefacción como los entendemos hoy y las propias viviendas jugaban en contra de cualquier intento de conservar el calor.
En un vídeo reciente que se ha viralizado, la docente italiana desmonta algunos tópicos del medievo, como que no todo era oscuridad ni suciedad, pero confirma uno de los más persistentes: en las casas medievales se pasaba muchísimo frío. En el vídeo, la profesora recuerda que no había radiadores, ni chimeneas, ni cristales en las ventanas, así que las casas estaban siempre atravesadas por corrientes de aire.
Ventanas tapadas con telas o contraventanas
Ciertamente, el problema empezaba por las ventanas. Cuando existían, eran pequeñas y no llevaban vidrio. En su lugar se usaban contraventanas de madera o telas enceradas. La crueldad de aquella época hacía que era necesario elegir entre dejar pasar la luz y el frío o ninguno de los dos.
Sin vidrios
En aquel entonces, el vidrio era un material caro y escaso, reservados a partir de 1300 a edificios religiosos como catedrales y, más adelante, a viviendas de clases muy acomodadas.
De hecho, según la profesora, el vidrio comenzó a aparecer en grandes edificios alrededor del siglo X, pero no se generalizó en viviendas privadas hasta después del 1300, y aun así con una calidad muy limitada. Este material era entonces opaco, irregular y poco eficaz como aislante.
Según nos recuerda, la idea de una casa cerrada y protegida del exterior es un concepto mucho más moderno. A esto se sumaba otro problema clave: el fuego.
Las chimeneas no estaban en todas las casas y aparentemente se inventaron en Venecia. @Nu Post/YouTube
Aunque nos parezca lo contrario, las chimeneas, tal y como hoy las conocemos, no se desarrollaron hasta el siglo XIII. "Probablemente fueron un invento italiano, con las primeras referencias en la antigua República de Venecia", explica la historiadora. Antes de eso, el fuego se hacía directamente en el centro de la estancia, y el humo salía por aberturas en el techo, llenando la casa de hollín y vapores.
Casas de madera y mal aisladas
La propia construcción de las viviendas tampoco ayudaba. Muchas casas medievales estaban hechas de madera y mal aisladas, lo que convertía el invierno en "un verdadero problema". Mantener el fuego encendido durante la noche era peligroso, así que al acostarse no quedaba más remedio que abrigarse al máximo y cruzar los dedos.
Calor corporal como refugio
Por eso, dormir era casi una estrategia de supervivencia. Se usaban mantas muy pesadas, varias capas de ropa y gorros para cubrir la cabeza incluso dentro de la cama. El calor corporal era uno de los pocos recursos disponibles para pasar la noche sin enfermar.
Los más ricos, eso sí, contaban con algunas ventajas prácticas que hoy asociamos al lujo. Las camas con dosel no eran un capricho decorativo, sino una solución funcional. Así, si las cortinas servían para retener el calor y protegerse de las corrientes de aire, el dosel remataba esta faena desde la cama, así que no era lujo, era supervivencia. También los tapices y cortinas gruesas en las paredes ayudaban a frenar el frío.
Visto con perspectiva, el invierno medieval no se combatía con tecnología, sino con ingenio, textiles y resistencia. Un recordatorio bastante eficaz de que el confort térmico que hoy damos por hecho es un invento sorprendentemente reciente.
Fotos | Nu Post
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