Blanquear las sábanas o limpiar el inodoro: estos son los sorprendentes usos del jabón de lavavajillas para limpiar en casa

Se trata de un producto barato y versátil que puede limpiar desde textiles hasta superficies difíciles en casa

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Joana Costa

Editor

Hay productos del hogar que viven injustamente encasillados, y el jabón de lavavajillas es uno de ellos, relegado a la espuma cotidiana doméstica sin imaginar su potencial. 

En muchos hogares esta potencialidad pasa desapercibida, pese a que su fórmula está diseñada para disolver grasa resistente y arrastrar suciedad que otros limpiadores no logran mover. Ese perfil versátil explica por qué algunos profesionales de la limpieza lo consideran la navaja suiza de la rutina doméstica.

Su composición con tensioactivos permite actuar sobre tejidos, cerámicas, metales o plásticos con una facilidad que sorprende a quien se anima a probarlo fuera del fregadero. 

El jabón se desliza con eficacia por superficies difíciles, desde un rodapié manchado hasta una sartén con restos resecos, sin necesidad de recurrir a productos más agresivos. La clave está en usar pequeñas cantidades y evitar mezclarlo con otros productos con los que puede reaccionar, como por ejemplo lejía caliente.

Opción ideal para textiles

Esa potencia controlada lo convierte también en una opción amable para textiles que han perdido brillo con el uso diario. Sábanas, toallas o fundas pueden recuperar un tono más luminoso con un simple lavado que incorpora una cucharada del producto en el tambor. 

Eliminar residuos corporales y restos de sudor es más fácil cuando el detergente cuenta con un aliado tan eficaz, capaz de trabajar donde la colada habitual a veces no llega.

Para el baño

El baño tampoco se le resiste. Un chorrito de jabón en la taza del inodoro ayuda a despegar restos, suavizar marcas superficiales y combatir la película de cal que suele asentarse con el tiempo. 

Combinado con un poco de agua caliente, no hirviendo, el efecto se intensifica y la limpieza posterior con la escobilla resulta mucho más llevadera. Es una rutina simple que mejora el mantenimiento diario doméstico sin necesidad de químicos más fuertes.

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Ideal para la cocina

Y si hay un territorio donde reina, ése es la cocina. Campanas extractoras, puertas de horno o bandejas llenas de grasa encuentran en este jabón un enemigo natural

Al mezclarlo con un poco de bicarbonato se obtiene una pasta que, aplicada en frío y retirada tras media hora, deja un acabado sorprendentemente limpio. Un gesto que evita recurrir constantemente a desengrasantes industriales, esos que a veces saturan tanto por olor como por potencia.

Como quitamanchas

También funciona como quitamanchas improvisado para la ropa. En tejidos recién manchados de aceite, maquillaje graso o salsa, una gota de lavavajillas aplicada directamente ayuda a desprender el residuo

Después de diez minutos de reposo, la prenda vuelve a la lavadora y suele salir impecable. Un truco útil para quienes no quieren acumular productos específicos en el armario lavandería, y prefieren recurrir a lo que ya tienen a mano.

Pavimento en piedra

En los suelos duros, no en parquet ni madera,  se comporta como un limpiador ligero y brillante. Una cucharadita disuelta en varios litros de agua tibia, con un toque de vinagre, permite arrastrar grasa y marcas de uso sin dejar residuos pegajosos. 

La clave es la moderación: demasiado producto puede dejar el suelo resbaladizo y opaco. Cuando se usa bien, deja una sensación de limpieza clara, de esas que se notan al pisar.

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Hasta los atascos

Tampoco falta quien lo utiliza para pequeños atascos del fregadero. Cuando el desagüe empieza a tragar con pereza, verter media taza de jabón y después agua muy caliente suele ser suficiente para disolver la película grasa acumulada. Es una alternativa suave frente a los desatascadores químicos, pensada para esos momentos iniciales en los que el problema todavía es manejable doméstico y no requiere herramientas profesionales.

Para los muebles de exterior

En exteriores también demuestra talento: muebles de plástico, persianas, mesas de resina o incluso la carcasa del aire acondicionado recuperan mejor aspecto con una mezcla de agua tibia y una cucharada de lavavajillas. 

Elimina restos de la calle, humos y esa suciedad ambiental que pasa inadvertida hasta que se limpia. Muchas veces, el cambio visual llega a sorprender más que una sesión completa de limpieza a fondo, y todo con un gesto tan sencillo como económico.

Que un producto tan común tenga tantos usos explica por qué sigue siendo un básico en cualquier hogar. Su versatilidad, su precio moderado y su eficacia hacen que funcione como un recurso recurrente para resolver pequeñas tareas de mantenimiento. Basta una gota para descubrir que, en la práctica, el lavavajillas es mucho más que ese aliado de espuma que vive entre el fregadero cocina y la rutina diaria.

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