El equilibrio en el riego marca la diferencia entre un árbol sano y frutos pequeños y secos
El limonero tiene fama de agradecido, pero también de caprichoso cuando algo no le cuadra. Es uno de los árboles frutales más habituales en patios y jardines, y aun así sigue generando la misma duda año tras año: cuánta agua necesita realmente para crecer bien y dar limones de buen tamaño.
El error más común es pensar que cuanto más se riega, mejor. Regarlo todos los días parece una decisión lógica, pero en realidad suele provocar el efecto contrario. El limonero necesita agua, sí, pero sobre todo necesita que sus raíces respiren y se desarrollen en profundidad.
Clima, suelo y edad
La clave está en entender que no existe una frecuencia fija válida para todos los casos. El riego depende de tres factores básicos: el clima, el tipo de suelo y la edad del árbol. No consume lo mismo un limonero joven recién plantado que uno adulto con raíces profundas, ni responde igual un suelo arenoso que uno arcilloso.
En líneas generales, el limonero agradece un riego profundo y espaciado. Es decir, regar bien para que el agua llegue a las raíces, pero dejar pasar el tiempo suficiente para que la tierra se seque ligeramente entre riegos. El encharcamiento constante es uno de sus peores enemigos.
Durante los meses de calor intenso, cuando la evaporación es mayor, lo más habitual es regar cada dos o tres días. No se trata de empapar la tierra, sino de mantenerla húmeda en profundidad. En cambio, en invierno o en épocas de lluvias frecuentes, el riego puede espaciarse a una vez por semana o incluso menos si el suelo conserva bien la humedad.
Comprobar la tierra
Un truco sencillo para saber si el limonero necesita agua es meter un dedo en la tierra unos cinco centímetros. Si la capa superficial está seca, toca regar. Si aún se nota fresca y húmeda, conviene esperar. Es un gesto simple que evita tanto el exceso como la falta de agua.
El riego incorrecto no solo afecta al árbol, también a la calidad del fruto. Demasiada agua puede provocar raíces dañadas y un árbol débil; poca agua frena el crecimiento y da lugar a limones pequeños, duros o con poco zumo. El equilibrio es lo que permite que el fruto engorde de forma natural.
En la base, sin mojar las hojas
Hay además algunos cuidados básicos que marcan la diferencia. Conviene regar siempre en la base del árbol, sin mojar las hojas, para evitar enfermedades. El agua debe estar a temperatura ambiente y, si el limonero está en maceta, el drenaje es imprescindible para que el agua no se quede estancada.
Especial atención merece el periodo de floración y formación del fruto. En ese momento, el riego regular y bien ajustado es decisivo para que los limones crezcan grandes, jugosos y con buena piel. No es cuestión de regar más, sino de hacerlo mejor.
El limonero no pide rutinas rígidas, sino observación y sentido común. Escuchar al árbol, tocar la tierra y adaptar el riego a cada época suele ser mucho más eficaz que seguir calendarios fijos. Y, de paso, evita muchos disgustos cuando llega la hora de recoger los limones.
Foto | Freepik, stockking en Freepik
En Decoesfera | Cómo lograr que el cactus de Navidad florezca a tiempo, según una experta en jardinería
En Decoesfera | Este frutal es ideal para tu jardín: resiste los climas fríos y es genial para cualquier zona en la que se plante
Ver todos los comentarios en https://decoracion.trendencias.com
VER 0 Comentario