Seguro que estabais esperando un nuevo post de nuestro especial hoteles bonitos, yo no me pierdo ninguno, que dicen que soñar no cuesta nada y ante estos espacios es fácil dejar volar la imaginación. El hotel que os traigo hoy es el Palazzo Mannaioni, que está situado en la Toscana, en Montaione, un pequeño pueblo medieval en lo alto de una colina. El edificio, construido en piedra y ladrillo, está adosado a la vieja muralla de la localidad.
El hotel tiene dos accesos, uno en la zona medieval del pueblo, cuajada de calles estrechas, y otro en la muralla, desde la cual se accede a un jardín en el que destaca la piscina, flanqueada por limoneros y naranjos plantados en tinajas toscanas. Toma su nombre de la ilustre familia que antaño fuera dueña del lugar, los Mannaioni, que además de realizar diversas hazañas, fueron artesanos del cristal.
Las viejas estancias de la hacienda, el granero, el molino y la cantina excavada en la roca, se han reconvertido en un American Bar, enoteca y restaurante. En las zonas comunes abundan los arcos y bóvedas, e incluso una bella cúpula de cristal y hierro, que dota a una de las salas de un luz de día, además de la incuestionable belleza de las vidrieras que visten la cristalina bóveda.
El hotel ha sido finamente decorado, tomando partido por los elementos arquitectónicos originales, los cuales se ven realzados por los muebles y complementos. Una de las salas, con una larga mesa de comedor, luce su techo abovedado con el ladrillo original, contrastando con los tonos crudos en paredes y mobiliario.
Las habitaciones presentan diferentes estilo, siendo la Suite Classic una de mis referidas, con delicados detalles y colores suaves que desgranan un lugar de relax con toda clase de comodidades, desde una zona de descanso con dos camas gemelas, tocador, escritorio y zona de charla, hasta una gran mesa de comedor o reunión, con estancias adicionales equipadas con sofás llenos de almohadones.
El techo de esta suite llama la atención por sus anchas molduras pintadas, que introducen casi la única nota de color de la estancia. De ellas nace el escueto dosel que corona el lecho, tan solo dos cortinas que descansan sobre los cabeceros.
En el exterior domina la piedra, combinada con la pintura de tonos suaves en las plantas superiores. Una piscina de formas sinuosas se dibuja en una zona del jardín, rodeada de una zona de estar con sombrillas blancas, y bordeada por una galería elevada, separada por una barandilla de hierro, desde la cual se observa el baño.
No se me ocurre un lugar mejor para pasar unos días de descanso y relax, y a vosotros, ¿os ha gustado?
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