Cuando voy de viaje, una de las cosas que más me cuesta es elegir el hotel. No es tarea fácil, pues a los habituales requisitos de ubicación, calidad y precio, yo añado otro bastante complicado, el del diseño de la habitación. Supongo que a todos nos gusta que la habitación esté decorada con gusto, pero en mi caso suelo ser especialmente exigente.
Este fin de semana, en el que viajé a Madrid para disfrutar de un encuentro de bloggers gastronómicos en el que también estaba mi compañera Fiona (lo dos escribimos también en Directo al Paladar), me decidí por el hotel Barceló Castellana Norte. Me llamó la atención su decoración alegre y colorida que contrastaba con los tonos sobrios y oscuros que ofrecen la mayoría de hoteles.
En lineas generales es un hotel discreto, sin grandes ostentaciones, pero diseñado con gusto. Situado un poco más allá del extremo norte del Paseo de la Castellana, por fuera es un edificio moderno como cualquier otro. El lobby tampoco destaca ni por su diseño ni por su amplitud, así que lo mejor es que vayamos directamente a la habitación, que es su punto fuerte.
La habitación
Lo primero que te llama la atención al entrar en la habitación del hotel Barceló Castellana Norte es la luz; una gran ventana ilumina toda la estancia, fielmente secundada por las paredes y los muebles blancos. También ayuda a enfatizar esta luminosidad el efecto túnel que produce el pequeño pasillo oscuro que hay desde la puerta, y que da acceso al baño y al armario.
Todo en la habitación es de color claro y texturas ligeras. La ropa de cama es blanca y de algodón, las cortinas son veladas y tan solo difuminan la luz que pasa por ellas y el diseño del mobiliario apuesta también por el blanco y la ligereza.
La nota de color la pone una franja de color verde pistacho que crea un pequeño espacio diferente para la cama y también la pequeña lounge chair en color marrón.
Al fondo, cerca de la ventana, hay una pequeña zona de escritorio compuesta por un mueble lacado en blanco y una pequeña silla también en color blanco. El mini-bar se esconde en el pequeño armario bajo la mesa. La cama, de dos metros de ancho, está acompañada por un par de mesitas ligeras a ambos lados de la cama y un banco frente a ella, también blanco, perfecto para dejar las maletas al llegar.
Aunque el diseño general y la atmósfera que se respira me encantaron, me encontré con un par de pegas que no me gustaría dejar de mencionar. En primer lugar, el mueble del mini-bar era demasiado pequeño y mal diseñado. La nevera estaba “agobiada”; no podía ventilar bien y su contenido no estaba todo lo frío que uno desearía, sobre todo ahora en verano.
En segundo lugar, las mesitas no tenían cajones, sino un pequeño hueco en el que colocar las cosas era harto complicado y al que tenías que asomarte agachándote para ver si te habías dejado algo. Muy bonitas a la vista, pero totalmente inútiles; al diseño no le hubiera pasado nada si ese hueco fuera un pequeño cajón.
El baño
La decoración del baño contrasta con la claridad de la habitación, pues está realizado con piedras y materiales oscuros, que le otorgan un aire un tanto lúgubre aunque en cierto modo relajante.
El diseño no me entusiasmó ya que aunque todo era correcto y de lineas modernas, no había nada que llamara la atención, ni siquiera una pila de diseño especial o alguna grifería llamativa.
Conclusión
El hotel Barceló Castellana Norte en Madrid es una buena elección si uno es exigente con el diseño y huye de los hoteles rancios u ostentosos. La decoración de las habitaciones es alegre y desenfadada, con un punto juvenil y veraniego. Sin embargo, el resto del hotel es bastante discreto, tanto su ubicación como el exterior y la recepción, que es apenas un pasillo ancho a la entrada del edificio.
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