Ya conocemos un poco más el particular estilo decorativo de Gustavo, el cual compone una casa llena de contrastes, en la que cada habitación encierra un mundo diferente.
El dormitorio principal, a diferencia del que nos enseñaba Magenta, lleno de colorido e imaginación, presenta un aspecto casi monacal, agrupando muebles sobrios en madera oscura sobre el lienzo blanco de las paredes.
La gran cama centra toda la atención y se presenta cómoda, incitando a dejarse mecer por ella. Vemos que los animales de la casa no han podido resistirse y posan sobre ella queriendo ser los protagonistas.
El gran cabecero se convierte en el centro de la habitación, velado por un tapiz étnico suspendido de un colgador indonesio. Las mesillas están situadas frente a sendos espejos, altos y sólidos, que terminan de formar un conjunto de cama muy personal que llena la pared de contenido.
A un lado de la cama, una cómoda alta da servicio a la vez que decora. Sobre ella, varios objetos forman un conjunto armónico sobre un fondo rojo vivo, que junto al tapiz, son las únicas concesiones al color de la estancia.
Un gran frente de espejos se sitúa en la pared opuesta a la cama, escondiendo un gran armario, duplicando visualmente el espacio y reflejando la luz que entra por el ventanal, resguardado por dos cortinones en color chocolate.
Por último, resaltaremos un detalle curioso: la cornisa que rodea el techo de la habitación está pintada en un rotundo color marrón, en concordancia con el tono dominante en muebles y complementos. Este hábil truco baja un poco el techo y da unidad al conjunto, delimitando el espacio y aportando un acento más acogedor.
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