A la hora de descansar en la cama, hay dos grupos muy diferenciados: los partidarios del edredón nórdico y los usuarios acérrimos de las tradicionales mantas. Yo he pertenecido a los dos grupos y en la actualidad soy una usuaria recalcitrante del edredón.
Si observáis, cuando sugerimos a un mantero convencido el uso de edredón, este tiende a mirarnos con una cara entre la sorpresa y el pavor y nos dice: – no, yo mantas de toda la vida… Si hacemos lo mismo con quien haya escogido el edredón como opción para la noche, pondrá los ojos en blanco y rechazará la invitación entre aspavientos.
Y es que las costumbres son muy difíciles de cambiar. Mi conversión se produjo hace años, en uno de los pisos compartidos por los que pululé durante un tiempo, en un frío invierno y con la calefacción bloqueada astutamente por el dueño de este. Ante la posibilidad de convertirme en un montón de carne congelada, una tarde me dirigí a unos grandes almacenes ingleses y me compré el edredón más gordo que tenían.
Entonces descubrí la sensación de dormir sin el peso de las mantas, nunca más encontré las sábanas hechas un harapo a un lado de la cama y conseguí que hacer la cama fuera fácil y con buen resultado. Y qué decir del calorcito….
Mi madre siempre fue una gran artista haciendo la cama. Con mantas y sábanas, por supuesto. Ella me enseñaba como cuadrar el embozo, alisar las mantas y conseguir una simetría perfecta. Sus camas merecerían estar expuestas. Pero a mi nunca se me dio bien, y siempre suspiré por una solución más práctica y cómoda.
Me encantaría saber como os gusta dormir, que os gusta o disgusta de cada una de las dos opciones… os propongo una encuesta de la que seguro podremos sacar muchas conclusiones, y por supuesto, espero vuestro comentarios.
Gracias por participar, en breve comentaremos los resultados.
Imágenes vía | Desire to Inspire, Lorena Constanti
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