En los últimos días he estado redecorando mi casa de nuevo y he incluido un elemento que he tenido durante toda la adolescencia pero que me abandonó cuando me independicé: un panel de corcho. Los motivos para no ponerlo eran los topicazos de siempre, que si no me hacía juego con el resto de la decoración de la casa, que si el corcho oscurece, que si las paredes disponibles son finitas y es posible que prefiráis poner algo “más vistoso”.
Lo cierto es que al final me he decidido y he colocado un panel de corcho en mi cuarto de trabajo, donde me siento a escribir los posts y donde mejor me concentro. Compré un panel grande y unas chinchetas y lo he llenado con fotos, postales, carnés y papeles importantes que uso en el día a día y que de otra manera tendría desperdigados o amontonados.
Con este post no quiero animaros a que pongáis un panel de corcho en vuestros salones, pero sí que os planteéis la posibilidad de poner uno en vuestros lugares de trabajo, ya sea en un despacho o en el rincón de la cocina donde hacéis las cuentas mensuales. Un corcho os ayudará a sistematizar varios materiales para emprender tareas nuevas y además os servirá a modo de marco de fotos extra.
En las habitaciones de los niños os ayudará tanto a fijar los horarios que deben seguir como a colgar frases y fotos motivadoras. Además, cabe la posibilidad de convertirlos en improvisados teatrillos en los que colocar figuras que pinten y recorten ellos mismos. Otra cosa divertida en la que pueden colaborar los pequeños para decorar los paneles es pintarlos a su manera con témperas. Un bonito dibujo que se podrá entrever cuando se aparten las hojas de arriba, ¿no os parece que quedará precioso?
Imagen vía | Apartment Therapy
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