El método más fiable para evitar el riego excesivo en una de las plantas más resistentes del hogar
La planta de la cinta (Chlorophytum comosum), tan habitual en los hogares españoles, es una de esas especies que parecen resistir casi cualquier descuido excepto el riego en exceso. Por eso muchos jardineros coinciden en que el error más común no es olvidarse de regar, sino hacerlo por rutina.
El truco está en no hacerlo ni cada día ni cada semana, sino que esta planta no entiende de calendarios rígidos y es algo más exigente en este sentido, por muy acomodaticia que nos parezca a priori. La clave consiste en observar cuándo realmente lo necesita.
El secreto está en el tacto
La recomendación más repetida entre expertos es simple: hay que tocar la tierra. Si la capa superior del sustrato sigue húmeda, todavía no es el momento; si está seca, entonces sí que hay que proceder a remojarla. "Hay que regar la planta cuando el sustrato esté completamente seco", explica @eldelasplantasoficial, divulgador de temas botánicos en redes (@eldelasplantasoficial).
Este aconseja diferenciar entre la humedad ambiental y la de la maceta, y mantener la planta siempre con el riego ajustado y alejada del sol directo para que no se quemen sus hojas.
Por ello, es recomendable meter un dedo en la tierra y regar solo cuando esté completamente seca al tacto. Es un gesto casi instintivo que evita el encharcamiento, enemigo número uno de esta especie a la que sí le gusta la humedad.
La cinta almacena agua en sus raíces carnosas, lo que significa que soporta mejor un pequeño periodo de sequía que un riego demasiado frecuente. De hecho, regar sin mirar puede provocar puntas marrones, hojas blandas o incluso pudrición. Observar el sustrato es mucho más fiable que contar días, porque cada hogar es distinto: no es lo mismo un comedor luminoso en verano que un baño frío y húmedo en invierno.
Menos de un riego semanal
En los meses cálidos, cuando la planta crece con más energía, el sustrato puede secarse más rápido y pedir agua cada cinco o seis días. En invierno, en cambio, puede necesitar apenas un riego semanal o incluso menos. Lo importante es adaptar los tiempos a las condiciones reales, no a una agenda estándar.
Otro truco muy extendido en redes es levantar ligeramente la maceta: si pesa menos de lo habitual, probablemente necesita agua. Es una forma eficaz de comprobarlo cuando uno no quiere mancharse las manos o el sustrato está cubierto por corteza decorativa.
Recipiente con buen drenaje
También influye el recipiente. La cinta va mejor en macetas con buen drenaje y sustratos ligeros que dejan pasar el aire. Si está en una maceta sin agujeros o en tierra muy compacta, la humedad se acumula más tiempo y conviene extremar la precaución.
La luz juega su papel. Un lugar con luz brillante, pero sin sol directo, hace que el sustrato se seque gradualmente, facilitando el control del riego. En espacios más sombríos, la tierra puede tardar mucho en perder la humedad, por lo que el truco del dedo es aún más imprescindible.
Regar correctamente esta planta no tiene misterio: observar, tocar y esperar. Así lo resumen tanto expertos como aficionados: la cinta no quiere cuidados constantes, sino cuidados cuando toca. Y con esa mínima atención, responde con hojas verdes, largas y vigorosas durante todo el año.
Foto | IA
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