Hace tiempo se estrenó una serie de la que todo el mundo hablaba bien: Mad Men. Como una es como es, en un principio no hice demasiado caso a los críticos y la dejé pasar. No tardaría mucho en arrepentirme, concretamente lo que duró el primer episodio de la segunda temporada. De manera que aquí estoy, haciendo un maratón de la primera temporada y deseando ansiosa que la semana pase para avanzar en la segunda.
La serie nos lleva a los años sesenta, una época de la que siempre me ha fascinado su estética, y en esta serie la ambientación está cuidada al extremo. El personaje protagonista es Don Draper, un ejecutivo de publicidad que esconde un duro y enigmático pasado y vive una doble, triple y a veces cuádruple vida amorosa. Su hogar es una gran casa en la que vive con su mujer Betty y sus dos hijos.
La cocina de los Draper es un escenario recurrente en la serie, aquí es donde Betty rumia su soledad y sus incertidumbres y cumple con el papel de perfecta esposa y estupenda anfitriona que su marido y la época en la que vive le exigen.
La cocina tiene un cierto aire rústico en gran parte gracias a los muebles de madera color miel y las cornisas torneadas que los rematan. El tartán que luce en las paredes también tiene algo que ver en esto. Cuadros en tonos marrones inundan la habitación, allá donde la madera deja espacio. De generosas dimensiones y abierta al comedor, hay sitio de sobra para trabajar y comer en ella.
Una barra con pie de madera y sobre metálico es uno de los elementos retro que más me llaman la atención. Lleva encastrados los fogones y junto a ella Betty ha pasado los mejores y los peores ratos de su vida. Tres taburetes de madera descansan junto a ella y levantando la vista, vemos una tostadora metálica de la época, tan apreciadas en estos tiempos.
Junto a la puerta del recibidor hay una mesa en la que se come a diario. Aquí es donde la familia espera todas las noches la llegada de Don, aunque a veces su cena termina esperando en el horno.
Junto a una de las puertas vemos un doble horno encastrado en columna, una pieza preciosa hasta el punto de que siempre estoy deseando que Betty pase cerca o se decida a asar algo para verlo en plenitud. Una verdadera joya.
El fregadero tiene una disposición privilegiada, está situado frente a la ventana, vestida con cortinajes a media altura y rematada por un volante en lo alto. Una caja de galletas saladas Ritz siempre está dispuesta a compartir plano, cosas de la publicidad encubierta…
Y siempre a mano un cenicero, en esta serie todo el mundo fuma, menos los niños… por el momento.
Imágenes vía | Courant, Detnews
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