Se van acercando las Navidades y con ellas muchos son los que estarán de vacaciones, a veces se apetece descansar en casa y disfrutar de entrañables días con la familia. En otros casos es al contrario, deseosos que lleguen los días vacacionales, esos de los que algunas personas reservan como oro en paño, con la ilusión de viajar a algún lugar premeditado con antelación y desconectar de la rutina.
Si eres uno de los afortunados y para colmo aterrizas en el este de Atlanta, Georgia, (Estados unidos), lo mismo te puede apetecer acercarte a la casita del árbol y aunque es propiedad privada de Peter Bahouth, se puede alquilar y vivir en primera línea lo que esconde dentro, lo cuál debe ser una delicia vivirlo. Sin embargo para los que se quedan en tierra que menos que dedicarles estas imágenes que nos dejan con ganas de más.
Sinceramente siempre me han atraído bastante las casas en los árboles, es como vivir dentro de un cuento lleno de magia, la magia de un refugio, de un hogar. Exactamente es lo que su propietario decidió buscar y hacer en su día, facilitar la huida del entorno urbano y crear espacios llenos de encanto.
La madera recuperada es el material fundamental en su decoración interior y exterior. Esta casa abrazada a un pino de ciento cincuenta años de edad nos remonta a otro tiempo colmado de tranquilidad y ¿Por qué no? de romanticismo. En cada pequeño ambiente se respira la armonía que entrega la naturaleza combinada con detalles bonitos.
En su exterior una pequeña diana incita al juego, la hamaca y los bancos de madera a la conexión con el entorno y a saborear el olor del que imaginamos está rodeada la casita del árbol. Un puente colgante e iluminado, hace de paso, hacia la pequeña zona interior decorada con mobiliario envejecido y colores naturales, turquesas decapados y las velas ingénuas que se esparcen por toda la estancia.
Los frutos, flores y hojas secas decoran jarrones de cristal que reposan sobre un recogido escritorio que llama la atención por su revestimiento de espejos, de última tendencia. Para que el inquilino se deleite aún más, una mullida cama le espera vestida con textiles de color gris y morado que coordinan perfectamente con el verde frondoso de su alrededor. La casa está dotada de grandes ventanales abatibles por lo que la luz natural se desliza y desde los que en días acogedores se apetece admirar el paisaje.
Una de las reglas de la casa es que no se permiten niños, su precio oscila sobre 240 euros al día, es un refugio urbano como ningún otro por su cercanía en pocos minutos al centro de la ciudad. Para su alquiler se accede desde Airbnb.com, en la que aparece en la lista de deseos de muchísimas personas, preciosa casita en las que unas Navidades íntimas no serían mala idea.
Fotos | Airbnb
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