Tengo la sensación de que cada vez se tiende menos a reparar algunos aparatos. El pensamiento generalizado dice que vale más el arreglo que el bártulo en sí, y esto nos hace caer en una espiral cosumista en la que si se nos rompe algo lo tiramos y sustituimos con demasiada alegría.
La semana pasada, de pronto la luz se apagó en el pie halógeno que tengo en mi salón. Para mí no es una lámpara cualquiera, ya que lleva dieciocho años iluminando con muy buenos resultados, y tanto su diseño atemporal, como su calidad de acabados, lo convierten en una pieza valiosa en mi casa.
En un principio pensé que su vida útil había llegado a su fin, pero (el amor es así) decidí que no podía dejarlo marchar sin antes intentar repararlo a corazón abierto. Desmonté la parte superior y descubrí cual era la enfermedad. Uno de los empalmes que nacen de los casquillos estaba roto, cortado limpiamente, supongo que será un desgaste consecuencia de los muchos encendidos, o quizá fruto de una subida de tensión.
El caso es que en un principio no veía por dónde meterle mano, ya que no había manera de poder volver a fijarlo en su sitio, pero no me di por vencida, y con el disco al que va unida la pletina que contiene los casquillos en el bolso, me eché a la calle en busca de repuestos. La buena noticia fue que en efecto existen repuestos para estos casquillos y no son difíciles de encontrar en un establecimiento de electricidad. Se venden con los cables ya unidos a ellos, listos para realizar la conexión a la regleta una vez colocados en la pletina.
Cómo cambiar los casquillos de un pie halógeno
Una vez en casa, me armé de destornillador y una pequeña llave inglesa, y me puse manos a la obra. Primero comprobé que la lámpara estuviera desenchufada y retiré los casquillos viejos de la pletina que los sujeta y fija en el porta lámparas (estos se fijan mediante una fina tuerca hexagonal en los extremos roscados) y deshice el empalme que todavía unía uno de ellos al cableado.
Realicé la operación inversa con los casquillos nuevos, fijándolos a la pletina y cuidando que quedaran con la abertura hacia arriba para poder insertar la bombilla. Antes de dar por concluido el trabajo, enchufé la lámpara para comprobar que todas las conexiones estaban bien hechas, se hizo la luz y di por buena la operación. Ya solo quedaba hacer la conexión con la regleta, ayudada por un pequeño destornillador, y fijar el portalámparas de nuevo en la pantalla, colocando la bombilla halógena y el protector.
El coste de esta operación fue de 3 euros y un cuarto de hora de trabajo. Tan sencilla y fácil de reparar cómo habéis visto.
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