Un gallego paga 700 euros en un hotel de Cádiz y su estancia se convierte en una auténtica pesadilla

El influencer gestalla contra el desinterés del hotel ante las reclamaciones recurrentes

Lo que prometía ser una escapada de desconexión en las playas de Cádiz y vistas al Atlántico, se convirtió en un viaje digno de serie negra (de humor). El protagonista  es Xurxo Carreño (@xurxocarreno), un influencer gallego que cuenta con cinco millones y medio de seguidores en Instagram y casi diez millones en TikTok, y que se ha quejado públicamente sobre la falta de consideración y desinterés de este hotel que prometía unas vacaciones de ensueño.

El lugar de los hechos parte de un hotel llamado Bahía de Trafalgar, en la costa de Cádiz y la experiencia no es más que un conjunto de condiciones surrealistas que Xurxo reivindica como una experiencia abismal. "No quiero mi dinero, solo quiero que arregléis el aire acondicionado, y que nadie sufra", suplica.

De la postal al espanto

Vía @xuexocarreno

Reservó su estancia —como muchos— a través de Booking, tentado por la promesa de un hotel con acceso directo a la playa, piscina incluida, conexión wifi y todos los básicos del confort. Pero lo que encontró fue algo muy distinto: "Lo hemos pasado mal, pero lo hemos llevado de la mejor manera posible", cuenta Xurxo con la ironía propia de quien ya solo puede reír para no llorar.

Vía @xuexocarreno

El hotel anunciaba “acceso directo a la playa”. Pero la realidad no era más que un camino que pasaba por lo que Xurxo define como un bosque de pasto. A esto se sumó una televisión que no funcionaba, una red wifi fantasma —la señal no llegaba a las habitaciones— y una ausencia total de servicio de limpieza: "Yo no he visto limpiar a nadie en tres días", señala.

Piscina pantanosa y grillos en la habitación

Vía @xuexocarreno

La piscina, lejos del azul tentador de los catálogos, estaba verde. Literalmente. “No la he probado, y aún así estaba en el precio”, bromea. El interior de las habitaciones tampoco era un refugio. Grillos como compañeros de cama, camas con roña, restos de cacas de pájaro, y una papelera que nunca fue vaciada en toda la estancia.

Vía @xuexocarreno

Y por si todo esto fuera poco, el aire acondicionado, lejos de ofrecer alivio, se convirtió en el mayor tormento: "Puedo aguantar todas las cosas que han pasado, pero el aire acondicionado…". Cuando reclamó, le dijeron que no se podía arreglar y el resultado no fue otro más que tres noches con un zumbido constante y 700 euros menos en el bolsillo.

Booking, en un gesto de responsabilidad, asumió parte del importe tras la reclamación del cliente. El hotel, por su parte, no se hizo responsable de nada. Este caso deja una reflexión para quienes amamos el diseño y valoramos los espacios bien cuidados: no todo lo que brilla en una web es confort real.

Las palabras “acogedor”, “natural” o “con encanto” se usan con ligereza, pero no hay decoración que maquille la falta de limpieza, el ruido o la ausencia de servicios mínimos. Un hotel puede prometer estética, pero si no cumple con lo esencial (silencio, higiene, conexión, descanso) no es un refugio, es una trampa visual.

Fotografías | Vía @xuexocarreno

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