Ese electrodoméstico gris y funcional adquiere un aura distinta, casi de lujo
Muchas veces es cierto el refrán que dice 'no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes'. Y es que, probablemente habremos tirado a la basura este electrodoméstico de la cocina sin saber su valor oculto: un metal precioso. No mucho, apenas unas décimas de gramo, pero suficiente para recordarnos que incluso en los objetos más cotidianos se esconden secretos que brillan, aunque no los veamos.
Algunos aparatos como el microondas pueden contener trazas de oro. Pero, como en toda afirmación llamativa, conviene matizar para separar el mito de la realidad.
Una joya escondida en la cocina
No se trata de lingotes ocultos ni de un tesoro olvidado por el fabricante. El oro que vive dentro de tu microondas es tecnológico, discreto y casi simbólico. Está en los diminutos conectores y contactos de las placas electrónicas que controlan el funcionamiento del aparato, los mismos que permiten regular la temperatura, el tiempo o el encendido.
El motivo de su presencia es totalmente funcional: el oro es un excelente conductor eléctrico y, a diferencia del cobre o la plata, no se oxida. Por eso, desde hace décadas, la industria electrónica lo emplea en puntos clave de los circuitos, donde la fiabilidad es esencial. En un microondas, esos puntos se reducen a pequeñas láminas o contactos bañados en una capa microscópica del metal dorado.
Una cantidad casi simbólica
Según estudios de reciclaje electrónico, una tonelada de residuos de placas de circuito puede contener hasta 200 gramos de oro. Pero en un microondas individual, la cantidad es minúscula, menos de una centésima de gramo en la mayoría de los modelos.
Eso significa que, aunque en teoría podría extraerse, el valor económico es irrelevante. Desmontar un microondas para buscar oro no solo es inútil, sino también peligroso porque los condensadores pueden retener electricidad incluso después de desenchufar el aparato, y los tratamientos químicos para separar metales son tóxicos y contaminantes.
No obstante, este hallazgo también invita a reflexionar sobre cómo miramos los objetos domésticos. Cada aparato, por simple que parezca, es un pequeño ecosistema de materiales valiosos: oro, cobre, aluminio o platino.
Por eso, cuando un microondas se estropea, lo correcto no es abandonarlo junto al contenedor, sino llevarlo a un punto limpio o centro de reciclaje electrónico. Allí, los materiales se recuperan de forma segura, evitando que acaben contaminando suelos y aguas. Un gesto sencillo que prolonga el ciclo de vida de los metales preciosos que lo componen.
Fotografía de portada | Chris PraNa
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