La limpieza del hogar no suele estar en la lista de placeres cotidianos. Pocas personas disfrutan fregar el baño, planchar camisas o desatascar el fregadero
Aunque limpiar está a años luz de ser un placer para la mayoría de la Humanidad, no hay nada más cierto que es algo que debe ocupar nuestras horas sin remedio posible. De hecho, estas tareas forman parte de la vida doméstica y, con algunos ajustes, pueden ser más llevaderas o, al menos, menos frustrantes.
Expertos en organización del hogar y profesionales de la limpieza coinciden en que el truco está en reducir el esfuerzo, no necesariamente en evitar la tarea. Simplificar procesos, usar los productos adecuados y evitar acumulaciones son claves para no convertir la limpieza en una carga.
Mejor de poco en poco
También es importante cambiar la percepción: muchas tareas se hacen más llevaderas si se integran en una rutina breve y repetitiva, en lugar de acumularlas hasta que se convierten en un maratón agotador. Diez minutos al día pueden marcar más la diferencia que una jornada entera de limpieza el fin de semana.
Una esponja siempre en el baño
Por ejemplo, una forma de evitar el odio al baño es mantener una pequeña esponja y un limpiador multiusos dentro. Limpiar el lavabo después de cada uso, o al menos una vez al día, evita manchas y cal sin necesidad de dedicarle tiempo extra más adelante. Lo mismo se aplica al inodoro si se le añade pastillas limpiadoras de acción prolongada.
Robots programados
Los suelos suelen acumular suciedad que no se ve, pero se nota. En lugar de barrer a diario, muchos expertos recomiendan usar aspiradores verticales o robots programados para mantener el polvo a raya sin esfuerzo humano. Para el fregado, los productos con pH neutro y mopa reutilizable ahorran tiempo y residuos.
Mientras se cocina
Respecto a la cocina, uno de los focos de limpieza más odiados, la recomendación es limpiar mientras se cocina. Tener un trapo húmedo a mano y no dejar sartenes secándose con restos incrustados hace que la limpieza posterior no sea un castigo. La clave está en actuar en caliente, antes de que la grasa se enfríe.
Lavar y colgar
Otra tarea odiada es planchar. Si no se quiere renunciar a la ropa lisa, una opción es colgar las prendas nada más sacarlas de la lavadora, estirarlas con la mano y usar vaporizadores portátiles. Reducir la cantidad de ropa que necesita plancha también ayuda: tejidos técnicos, mezcla de poliéster o lino lavado son aliados prácticos.
Prescindir de objetos
Y para quienes no soportan ordenar, la técnica más efectiva sigue siendo el “menos es más”. Cuantas menos cosas haya sobre las superficies, menos hay que mover al limpiar. Reducir objetos decorativos y almacenar por categorías facilita la tarea. El orden no solo ahorra tiempo, también da sensación de limpieza aunque no se haya fregado.
Foto | Sarah Chai y Cottonbro studio
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