Casas de famosos: el peculiar mundo de Linda Rodin

Casas de famosos: el peculiar mundo de Linda Rodin
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Al ver el nombre de Linda Rodin en el encabezamiento de este post quizá os habréis preguntado ¿quién es Linda Rodin? Esta creativa mujer es muy conocida en Estados Unidos; estilista de moda y empresaria, es toda una emprendedora y una parte importante de la historia de la moda neoyorquina. La modelo Adriana Lima y la oscarizada Halle Berry son algunas de las estrellas a las que viste habitualmente. En la actualidad, produce Olio Lusso, una linea de belleza para cara y cuerpo de gran aceptación.

Esta casa tiene un innegable sello personal, en ella Rodin plasma su personalidad, aficiones y recuerdos. Seguro que muchos se echarán las manos a la cabeza al ver tantas cosas y tan dispares expuestas en alacenas y mesas, pero personalmente me encanta por su aspecto vivido y todo lo que de sus estancias se deja traslucir, un ambiente bohemio, personal y contrario al orden establecido. Ubicada en Nueva York, en el barrio de Chelsea, esta casa es la residencia de Linda Rodin desde hace ya veinte años.

Rincón del salón
Rincón del salón

En la sala de estar los tonos claros predominan salpicados con pequeñas notas de color en las cortinas, de las que cuelgan unas originales guirnaldas. En una de las paredes, una serie de muebles de distintos estilos conforman una zona de almacenaje y exposición. Un gabinete francés reposa sobre un mueble bajo, en su interior vemos una nutrida colección de perfumeros. Parte de su colección de fotografía se expone en el suelo, apoyada en los muebles. Detalles como la pequeña descalzadora con un cojín en forma de rosa que ofrece sus pétalos como asiento, aporta dulzura y encanto al conjunto.

Justo al lado encontramos un rincón dedicado al descanso de Billy, el perro de Linda. La ventana es suya, allí descansa sobre una doble colchoneta, seguro y feliz. En cada una de las habitaciones encontraremos una cama preparada para su descanso, en definitiva, Billy es el rey.

Un diván tapizado en chenilla, cubierto con una colcha de fino ganchillo y coronado por tres cojines gigantes se ofrece como asiento. Una habitación que navega entre lo casual y lo vintage con un marcado aire parisino.

Zona de descanso


Chaise longue

En otra de las habitaciones encontramos una chaise longue cubierta con una tela en tonos muy vivos, en la que dos cojines de piel de carnero en color magenta invitan al descanso. Sobre la cómoda encontramos una colección de conchas y caracolas, un objeto recurrente en este hogar, de las cuales Linda posee y expone una amplia colección.

Me encanta el maniquí que se ve junto a la cómoda, un esqueleto de metal cuajado de tocados, otro detalle más lleno de encanto. Gran parte de los muebles de Linda proceden de mercadillos o tiendas de antigüedades, la mezcla de estilos es la marca de la casa.

Una cómoda se dedica en exclusiva a una colección de caracolas de gran tamaño. Bajo ella, cajas de distintos materiales y tamaños guardan más tesoros, una estética despreocupada por el preciosismo y ocupada en el confort personal.

Colección de caracolas


De toda una gurú de la moda podría esperarse un estudio enorme, minimalista y con las últimas tecnologías, pero el de Rodin es original, encantador y recoleto como solo puede serlo una zona de trabajo ubicada dentro de un armario. Aquí trabaja en sus proyectos, rodeada de imágenes que se pisan unas a otras, pugnando por ser vistas.

Un caos que se ve compensado por el orden en el que se guardan sus útiles, clasificados en cajas sobre y bajo el escritorio.

El dormitorio resulta algo más despejado, la cama centra la atención ofreciendo una mullida manta a Billy, que acepta la invitación encantado. Volvemos a ver los cojines con pétalos, esta vez en un delicado azul, apoyados en la cabecera. Sobre la cama un retrato de la madre de Linda, pintado en los años 30, se ve acompañado por dos soberbios apliques blancos. Sobre la mesilla una pila de libros cuidadosamente formada nos habla de su afición por la lectura.


De la cocina no esperábamos menos… nada de muebles convencionales. Alacenas de madera procedentes de anticuarios se encargan de guardar mil y un frascos, copas, botellas y cómo no, caracolas y conchas. Una cocina muy poco común, un mundo fantástico que solo puede ser fruto de un carácter único y una imaginación desbordante.

En el techo, una lámpara de conchas tintinea mientras los tarros de mermelada se mantiene en precario equilibrio.

Alacena de la cocina


Y si la cocina sorprende, el baño no es menos. Farolillos, espejitos y lágrimas de cristal se funden sobre los sobrios azulejos. Una pizarra decorada con pequeñas estrellas de mar nos hace preguntarnos sobre su utilidad, quien sabe, quizá las musas se muestren durante la ducha… Un suelo en damero ofrece un punto de sensatez entre tanta inspiración.

Una casa para amarla o detestarla según el gusto de cada uno. Yo la amaría eterna e inevitablemente.

Imágenes vía | SoHaute
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